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"Perseo con la cabeza de Medusa", escultura de Benvenuto Cellini. |
Perseo inició su misión solo, pero se unieron a él la diosa Atenea y el dios Hermes para ofrecer su ayuda al hijo del gran dios Zeus. Le guiaron a una tierra árida donde encontró a las Grayas, tres ancianas hermanas de las Górgonas, a quienes obligó a darle información para encontrar a Medusa. Le enviaron a ver a unas ninfas, de las cuales recibió tres objetos: unas sandalias con alas, una bolsa mágica, el casco de Hades y una hoz. Una vez equipado con los objetos que le ayudarían a lograr su objetivo, voló hacia la isla en la que se encontraba la górgona Medusa, a la cual pudo acercarse gracias a la invisibilidad que le otorgaba el casco de Hades. Entonces Atenea y Hermes le advirtieron que debía apartar la mirada cuando atacara a Medusa, y así lo hizo: agarró su cabeza, la cortó y la introdujo rápidamente en la bolsa que le fue entregada, que le protegería de la mirada mortal de la górgona.
Tras varias aventuras, Perseo regresó al fin a la isla de Séfiros, y descubrió que su madre Dánae había tenido que refugiarse en un templo para huir del rey Polidectes, quien quería tomarla por la fuerza. Perseo fue furioso y veloz al palacio, donde el rey se encontraba celebrando un banquete que no duró mucho, pues Perseo sacó la cabeza de Medusa de su bolsa y convirtió en piedra a Polidectes.
Cuando todo volvió a la calma, fueron devueltos a los dioses los objetos mágicos que Perseo recibió de las ninfas, y fue entregada la cabeza de Medusa a la diosa guerrera Atenea, quien la lleva en su escudo como protección.
Cuando todo volvió a la calma, fueron devueltos a los dioses los objetos mágicos que Perseo recibió de las ninfas, y fue entregada la cabeza de Medusa a la diosa guerrera Atenea, quien la lleva en su escudo como protección.
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